Desde pequeños, quisimos ser todo lo que pudiésemos
ser: cantantes, bailarines, fotógrafos, diseñadores, periodistas, escritores…
hasta astronautas.
Queríamos cruzar la luna, agarrar las estrellas e
irnos a volar a otro mundo, a otro sistema. O quizás, queríamos, ser mucho
mejores de lo que éramos
¿El colegio?, pues el colegio es amigos, diversión y
aprendizaje… ¡!Claro que quiero ir al colegio!!!, -decíamos-
Sin embargo, fue ahí donde tuvimos que sumar y restar
amigos con las manos, divertirnos con nuestras propias historias y aprender a
levantarse del suelo. Lo demás no importa, la realidad hacía de lo suyo.
Aprendimos a crear nuestro propio mundo y tratábamos
de ponernos parches en donde ya sangrábamos, para hacer como si no doliera
nada... y luego, “sana sana, potito de rana si no sana hoy, sanará mañana”
No sanaba tan rápido como parece… y dolía más de lo
que creímos poder soportar; vivíamos con la herida abierta.
Fue ahí cuando vimos nuestra sonrisa caer, pero la
juventud es larga y tenemos tiempo de diseñar otra más firme y fuerte.
Se rompía, se rompía de a poquito con cada palabra no
esperada, con cada plan desecho; con cada intento fallido de ser felices, con
cada mirada extraña… Se rompía cuando el sol nos daba la espalda y los ángeles
se habían ido a dormir
Cuando los pies no funcionaban, el cuerpo no bailaba y
la voz no quería sonar más fuerte.
Así que, guardamos nuestras herramientas y salimos a pasear
cabizbajos
Las estrellas reían y nos parecían tan bonitas, el
amor que desprendía del ambiente nos calaba en las narices y hasta ángeles
pudimos ver…
Aquello parecía un sueño sin fin.
Pero lástima, era solo un sueño; un bonito sueño….
Volvimos a nuestras casas, y en nuestra mente volaban
ideas. Eran tantas que parecían imposibles de alcanzar…
Quisimos intentarlo y luchar por ellas.
Fuimos a buscar
lápiz y papel; recreamos el mundo perfecto en un dos por tres.
Niños que jugaban felices, sillas de ruedas que
bailaban, voces que coreaban alegremente… Gente que se amaba sin etiquetas ni
barreras; todo eso en una foto maravillosamente bien tomada.
Todo calzaba a la perfección.
Pero al ir hacia ya, un cartel que gritaba: ¡!No
puedes!! Nos detuvo el paso.
Y aterrorizados, volvimos a “la vida” que realmente
vivíamos.
Claro, era un sueño y nada más…
Aquí estamos los porfiados, los soñadores, los
sensibles; estamos los cantantes, los bailarines, los fotógrafos y poetas…
Quienes no fueron a sus casas cuando debían irse y se quedaron soñando un rato
más…
Aquí está esa niña infinita, cuyo deseo es fotografiar
las cosas más bellas y ocultas; versar la vida en momentos y bailar hasta que
nadie recuerde aquella silla de ruedas que lleva consigo.
Aquel día en que solo la recuerden como una fotógrafa
de la vida, bailarina de las emociones más profundas, recitando poemas al son
de sus sueños...
Me detuve ese día a escuchar tu sonrisa y a leer tus
ojos
Niño, que se deja llevar por sus creencias y que va
por la vida buscando sonrisas y amor…
Niño, que se resiste a caer en la monotonía y ponerse
en modo robot…
Niño sin fin, qué lindos ojos tienes
Afortunada la estrella que te mira y te mima día a
día,
No la dejes de mirar
Déjame capturar el momento y no te vayas,
No te vayas hasta que el mundo se ordene y yo termine
de contar esta historia, para aquellos que no pudieron esperar, que huyen
miedosos por el qué dirán…
No te vayas, lo haré aun con miedo
Miremos las estrellas mientras escribo,
Que la vida a veces golpea duro y no estoy lista para
recibir un golpe más
Necesito este viaje infinito continuar…
Y tú, travieso y dulce niño… ¿me vas a acompañar?
<3.